miércoles, 27 de mayo de 2009

CIUDAD, MEMORIA E IDENTIDAD

-Una reflexión sobre la dialéctica de los valores que rigen el papel del Restaurador frente al Patrimonio Cultural-

“Hicieron un desierto
y le llamaron paz” (1)
PUBLIO TÁCITO

Planificar qué es lo que se resguarda como patrimonio cultural, desde la mirada de los grupos dominantes(2), no es una acción inocente –o por lo menos, sin consecuencias graves– es siempre la marca de una postura ideológica, pues responde a ideas y valores.
Para la Unesco, el patrimonio es la herencia de bienes materiales e inmateriales que nuestros antepasados nos han dejado a lo largo de la historia y que nos ayudan a forjarnos una identidad como nación.
Sería más exacto decir que esta reflexión de la Unesco expresa lo ideal, pero la realidad muestra que quien define aquello que se resguardará como patrimonio cultural, subrayando qué aconteceres son los importantes dentro de nuestra vida social, son los grupos referenciales.
Cuando en el Perú se logró acabar con las presunciones españolas de mantener al país como colonia, don José de San Martín, en 1826, mandó por decreto supremo a borrar los escudos españoles que se encontraban en el Torreón del Rey, en el Fortín del Real Felipe, acabando simbólicamente con la marca de dominación que se nos había impuesto.
La Catedral de Córdoba (España) es interesante porque reúne lo musulmán y lo católico en un mismo edificio. Se observa, entonces, una lucha por mantener en la memoria un contexto y olvidar otro.
Este tipo de hechos son sistemáticos dentro de la vida de los pueblos. Para continuar con los ejemplos, Stalin hizo desaparecer de los textos de historia la participación de Trotsky en la revolución bolchevique. Algo similar ha ocurrido en los textos escolares en donde el tema de los genocidios que sufrieron las tribus indígenas, durante la Campaña del Desierto en tiempos de la “Argentina libre y democrática”, brilla por su ausencia.
La historia no es lo que un pueblo ha vivido, sino lo qué éste recuerda y cómo lo recuerda, y estos recuerdos pueden generarse de manera aparentemente “espontánea”
(3), por trasmisión oral de padres a hijos, o, siendo menos sutiles, por campañas surgidas desde la autoridad.
El vencedor suele demoler todo aquello que haga recordar que existió otro grupo en disputa y crea su propia visión de la historia, convirtiendo en patrimonio cultural de una nación, sus propios recuerdos. Esto bien puede ser efectuado a la fuerza o por campañas de concientización sobre aquello que “debemos” sentir como patrimonio propio(4).
¿Es posible afirmar que la cultura oficial que está constituida, en parte, por el patrimonio salvaguardado es, en realidad, patrimonio de la clase dominante?
La cultura oficial, lo reconocido como patrimonio nacional, no responde a los intereses de los grupos subalternos.
Es inútil realizar campañas de conservación de aquello considerado como patrimonio, si la población que cohabita con este bien no lo considera como tal(5). Los resultados frente a situaciones de esta índole son siempre los mismos: destrucción de lo restaurado. Acciones que son consideradas como actos de vandalismo(6).
Los bienes culturales patrimoniales cristalizan la identidad de un grupo por ello no pueden ser impuestas –las autoridades solo deben cumplir con el papel de facilitadores–es la población la que determinará aquello que le da identidad a su espacio temporal o geográfico, determinando aquello que puede ser considerado como factible de conservar para dejar como legado.
La memoria de una comunidad es traspasada por sus imaginarios, tal como sucede con el individuo y la memoria que tiene sobre los hechos que ha experimentado y que no son acontecimientos recordados objetivamente, sino que están plagados de subjetividad y empapados de imaginarios personales.
Los imaginarios no pueden existir sin lo simbólico(7), es el objeto simbólico lo que le otorga “carne” a lo imaginario y es el patrimonio el que cumple la función simbólica para recordar aquello que conformará parte de nuestra memoria y que, como sostiene Halbwachs, implican reconstrucción y a la vez deformación de los acontecimientos.
Los planes de restauración deben tener presente que, siendo el patrimonio un legado que se desea dejar como herencia y recibir como tal, la primera consideración a tener es recoger el sentimiento de la comunidad hacia sus pertenencias y no tratar de imponérselas.

Existen dos tendencias dentro del campo de la Restauración. La que fundamenta su función en la importancia documentaria del objeto y, la que entiende el valor del objeto por su mero valor artístico.
La primera dejará pátinas que dan indicios de lo acontecido sobre el objeto patrimonial, mientras que la segunda tendencia mencionada, procurará refaccionar al objeto dejándolo en su estado originario, lo cual atenta contra las huellas históricas y la naturaleza documentaria del patrimonio.
En el Museo de la Casa Rosada, el retrato de Domingo Perón y Eva Duarte pintado en oleo sobre tela por Numa Ayrinhac, fue dañado con un objeto punzo-cortante. El hecho podría ser estimado como un acto vandálico si no fuera porque los personajes “atacados” y los daños simbólicos producidos en sus cuerpos son significativos: El cuello y los ojos de Eva Perón fueron marcados(8).
Los restauradores de este cuadro decidieron dejar estas pátinas como parte de la información del documento pictórico.
Este criterio no se ha seguido con todos los objetos considerados patrimonio. Se suelen borrar las pátinas que resultan traumáticas, desagradables o que se consideran actos de vandalismo, pero que de hecho son momentos trascendentales dentro de la historia.
Del bombardeo de Plaza de Mayo en 1955, solo han quedado, en las paredes de granito del Ministerio de Economía de la Nación, unas cuantas huellas del ametrallamiento aéreo, cuando ese acontecimiento produjo 300 víctimas.
De la matanza de indígenas ejecutada por autoridad de Julio Argentino Roca tampoco se tiene huellas públicas que contribuyan con la formación de una memoria colectiva sobre este acto puntual, sin embargo existen calles que llevan el nombre de Roca, los billetes de 100 pesos llevan su imagen –al reverso se muestra una imagen de lo que habría sido la Conquista del Desierto– y una de las principales estaciones de subterráneos y trenes de la Ciudad de Buenos Aires lleva su nombre: “Julio Argentino Roca”.
Esto evidencia un homenaje hacia un genocida por parte de la administración pública, ya que ni la emisión de los billetes ni la elección del nombre para una estación ni el nombre con que se “bautizan” las calles de una ciudad están bajo la decisión de la comunidad.
En este caso puntual podríamos tener indicios de una sociedad que desprecia aquello que no esté ligado con lo europeo o lo criollo y que para ser más precisos, desprecia lo autóctono y con ello, sus valores que contribuyen en la generación y en el fortalecimiento de las condiciones para la creación de una identidad social.
Regresando al tema central de este ensayo, la pregunta sería ¿La cultura evidencia su vandalismo cuando se ve enfrentada a otra que podría restarle preponderancia? El papel que tiene el restaurador-conservador podría en estos momentos, contradictoriamente, estar contribuyendo en esta suerte de vandalismo patrimonial.


(1)Referido a la destrucción de Cartago por los romanos, coyuntura conocida como “La Pax romana”.
(2)Gramsci, Cuadernos de la cárcel.
(3)No existe lo espontáneo dentro de la historia social. Halbwachs afirma: “cuando un grupo se ha hecho sentir largo tiempo con su influencia, estamos de tal modo saturados que si nos encontramos solos, actuamos y pensamos como si todavía estuviéramos bajo su presión (Los marcos sociales de la memoria: 199).
(4)Silvia Fajre: “El patrimonio siempre está ligado al impacto emocional de una comunidad”.
(5)Intelectualmente lo sabe “su patrimonio” porque así se lo dijeron, pero emocionalmente no lo siente suyo y no se siente comprometido a respetarlo, lo respetará solo si la Ley lo fuerza a hacerlo, pero esta es una estrategia absurda.
(6)Para la Real Academia de la Lengua Española, vandalismo es “el espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana”. Será legítimo preguntarnos entonces ¿es vandalismo el conjunto de acciones que ejerce un grupo que arrasa con la cultura de otro grupo humano? ¿La cultura criolla burguesa latinoamericana ha sido vandálica al imponer su cultura sin respetar a la cultura originaria?
(7)C. Castoriadis, La Institución imaginaria de la sociedad.
(8)Se estima que de no haber sido por el grosor de la tela, el cuchillo con el que probablemente se atacó a la pintura hubiera rasgado el cuadro.