martes, 10 de junio de 2008

Un Nuevo siglo, una nueva era: La República Aristocrática

Después del gobierno de Nicolás de Piérola, tras las elecciones de 1899, se inicia por primera vez en la historia del Perú una etapa de gobiernos civiles, sin golpes de estado ni guerras externas que es lo que hasta ese momento el país había conocido como única cara de la moneda.
Eduardo López de Romaña, Manuel Candamo, Serapio Calderón, José Pardo, el controversial gobierno de Augusto B. Leguía y Guillermo Billinghurst sucederían a Piérola y son durante esos años en que el Perú se ve envuelto en grandes cambios ya en el aspecto social, económico, político, cultural y en su aspecto físico más superficial.
La guerra de 1879 había marcado a los peruanos de una manera trágica y profunda, el ¡ay mamita, los chilenos! Se convirtió en una frase que duraría tres generaciones posteriores y que sería utilizada para cualquier tipo de desgracia. Las historias de los “repases” a los heridos con las bayonetas chilenas y muchas historias terribles de la guerra fueron transmitiéndose de abuelos a hijos y a nietos.
Pero los daños de la guerra, como siempre, no sólo fueron de carácter espiritual, sino también causaron una aguda crisis económica.
Entre 1860 y 1873 el guano y luego, principalmente el salitre eran los principales productos de exportación a EE.UU. y Europa utilizados como fertilizantes.
La pérdida de las fuentes de salitre, por la derrota contra Chile, fuente principal exportable para saldar la deuda externa, trajo al país la ruina en diferentes campos. La ganadería, agricultura y la industria que recién empezaba a afianzarse en el campo textil y la producción de algodón y azúcar se vinieron abajo.
Mil novecientos: López de Romaña acaba de subir al poder, Lima con su olor a hortalizas y a algo de tierra húmeda, librada de los muros de piedra, que en otros tiempos habrían protegido a la ciudad de los españoles y de los piratas por lo que fue conocida como el Cercado, miraba hacia adelante pero aun arrastrando los miedos que la guerra le habría dejado.
Sus murallas extendidas por las actuales Plaza Dos de Mayo, avenida Grau, el Rio Rimac y el Palacio de Justicia, donde funcionó anteriormente la Prisión de Guadalupe, fueron echadas abajo por el Presidente Coronel José Balta en 1868 para dar inicio al crecimiento de Lima.
Pero esta aun conservaba sus calles empedradas por donde los tranvías y carretas jaladas por mulas iban y venían transportando productos de abarrotes que serían vendidos en las pulperías pertenecientes, en la mayoría de los casos, a los italianos.
Varios miles de ellos ya se habrían instalado en Lima para 1907 con gestiones hechas por el cónsul de Génova.
Por otro lado la migración china habría llegado al Perú en mayor volumen estableciéndose para 1904 entre 18 y 20 mil chinos en el país.
Los japoneses llegaron al país en el año 1898 en el barco Sakura Maru, los primeros 790 colonos serían enviados a diferentes haciendas entre ellas: Puente Piedra, Caudevila, Estrella, Palpa, San Nicolás, Hito, Pampas, Cayalti, Pomalca, Casa Blanca, Santa Bárbara, todos ellos vinieron como trabajadores por intermedio de la compañía japonesa de emigración Mokola cuyo agente Teikichi Tanaka fue contactado por un viejo amigo suyo: Augusto B. Leguía, gerente, por aquellos tiempos, de una compañía azucarera.
Este sistema de trabajo es abolido en 1923 y muchos de los trabajadores japoneses pasan del campo a la ciudad dedicándose a pequeñas industrias y al comercio.
Había en Lima grandes diferencias económicas, esta diferencia se puede dividir en dos sectores: las familias adineradas que en muchos de los casos crearon sus riquezas gracias a los buenos y grandes negocios con el guano y el salitre, y que vivían generalmente en las grandes casonas de la zona del cercado y las familias de clase proletaria conformada por obreros y asalariados que compartían la vecindad o viejas casonas con otras familias y que formaban la gran masa. Lima para ese entonces era un poblado de callejones que anhelaba convertirse en ciudad.
Las diferencias económicas se acortaba o desaparecían en las noches de bohemia cuando los “niños faites” se amanecían en una jarana criolla con los artistas de la época quienes adoraban pasearse por los barrios bajos de la ciudad y competir entre ellos para probar quien era el más enamorador, el más peleador, el que mejor cantaba, bailaba o componía.
En 1900, Alejandro Saez, Augusto Paz, José Ezeta y Justo Arredondo forman el grupo "La Palizada", en recuerdo por la composición hecha por Alejandro Ayarza, conocido como "Karamanduka". Ellos son los próceres del criollismo. La Guardia Vieja estaba naciendo.
De la Guardia Vieja o generación del 900 no se conocen muchos compositores.
La música criolla nace de la clase popular, en las fiestas del barrio del Malambo (distrito IX) allí se encontraba la expresión viviente del “bajopontino” que era ruda y jaranera, jugadores de gallos, peleadores de chaveta y también a puño limpio, su protagonismo en las páginas policiales era para ellos lo que las fiestas o matrimonios de las páginas sociales era para las familias aristocráticas.
Fue justamente esa vida llena de emociones y también tristezas lo que haría que en ese sector de la población la producción de letras y composiciones de música criolla proliferaran en gran magnitud siendo esta su única manera de expresión y sin que les preocupara obtener algún tipo de derecho económico.
Los obreros compositores sólo creaban por el placer de compartir sus obras con los amigos. No les importaba, o mejor dicho, no habían tomado en cuenta la divulgación de sus composiciones y por eso las dejaban en el anonimato.
El compositor criollo de comienzos de siglo era un sujeto resignado frente a la vida. No tenía ningún poder sobre nada ni nadie, sólo ejercía su fuerza y su voz de mando ante sus hijos y sobretodo y más directamente sobre su mujer.
Esta, se convierte para el obrero en el centro de sus preocupaciones.

"Dame luz de tu amor
y no me engañes,
escucha la canción
del que agoniza,
mátame con el fuego
de tu mirada
hazme polvo
y vuélveme ceniza".

("CENIZA" Guardia Vieja)

Ella gira alrededor de su vida, de sus esperanzas, sus desilusiones, su nostalgia, sus frustraciones.

En 1901, Faustino Piaggio forma la Compañía Eléctrica del Callao con su central a vapor instalada en Chucuito.
Hasta ese momento eran tres las empresas eléctricas que funcionaban: La de Santa Rosa gerenciada por Mariano Ignacio Prado y Ugarteche, La del Callao y la de Piedra Lisa.
Piaggio era un genovés nacido en 1844 que llegó al Callao en abril de 1862 y se unió a la causa de la independencia peruana luchando en el Combate del 2 de Mayo de 1866, además de colaborar contra la epidemia de fiebre amarilla que surgió pocos años después del combate, su identificación con el Perú fue tal que volvió a unirse a las filas peruanas en la Guerra con Chile siendo tomado prisionero y liberado gracias a las gestiones diplomáticas que se hicieron desde Lima.
Lima dejó en 1902 sus viejas lamparillas de gas por lamparas Edison, las calles cambiaron su rostro
En 1904 la primera compraría las acciones de las otras dos empresas y adquiriría además la mayoría de las acciones de la Empresa de gas de Lima.
Ese mismo año se fundó en Lima La Compañía del Ferrocarril Urbano de Lima. El 12 de abril de 1905 la empresa con permiso del Gobierno cambio a las mulas que jalaban el tranvía por la tracción eléctrica, inaugurándose el primer tranvía eléctrico de Lima en mayo de 1906. En el Callao se hizo lo mismo, otro tranvía llegaría hasta La Punta (16 kilómetros) y otro mas hasta Chorrillos, unificándose con el nombre de Compañía de Tranvías para posteriormente con La Empresa Eléctrica de Santa Rosa y La Empresa de tejidos Santa Catalina formar Las Empresas Eléctricas Asociadas con la familia Prado a la cabeza.
Pero no todo era desarrollo, crecimiento, modernidad y empresas. El costo de vida se hacía cada vez más alto. La población crecía, la producción de víveres disminuyó y se empezaron a crear impuestos y fletes para el transporte de productos alimenticios. La carne de res subió su precio ya que los pastos eran escasos.
La Industria Ganadera y la Comisión informante dieron “luz verde” al Ministerio de Hacienda* (hoy ministerio de Economía y Finanzas) para que importara carne a precio de costo, lo mismo ocurrió con el trigo que se compraba a veces de Chile y otras de California o de Australia.
La explotación de los suelos para cultivar algodón y vid provocó la baja producción de hortalizas, además del mal manejo que se hizo en la planificación de la producción de cultivos, la sequía se sumo al alza de precios.
Las menestras, la papa, la manteca y el carbón subirían al doble de su precio.
Por los años 1907 el Presidente de la República, en ese momento José Pardo, recibía anualmente un sueldo de 3000, un profesor de primaria uno de 12 mensual y el promedio de jornal de un obrero era de dos soles mensuales.

En 1904 un grupo de la Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú” separáronse de la Confederación de Artesanos, que funcionaba como una cooperativa de obreros, e iniciaron el Primer Movimiento sindical del Perú, reclamando el 1° de enero de 1906 como medida necesaria e inmediata una jornada de trabajo de ocho horas, esta medida fue absolutamente apoyada por el Movimiento anarquista por intermedio de Manuel González Prada en una conferencia y publicada en su libro “Horas de Lucha”.
Algunos años antes y varios después se discutieron y se presentaron muchos proyectos de ley, en el Congreso, sobre indemnización por accidentes de trabajo y descanso dominical, pero estos proyectos no llegaron a concretarse. Los obreros continuaban con 12 y hasta 15 horas de trabajo y ante un accidente o enfermedad eran abandonados a su suerte.

Ocupación de la población (censo de 1908- por orden ascendente de participantes)
Industria y artes manuales
Personal de servicio
Comercio (pulperos y empleados)
- El gran comercio
- Comercio al menudeo
Empleados del gobierno, militares y religiosos


Panaderos, una clase explotada
“Estrella del Perú” estaba conformada por la agrupación de panaderos organizados desde 1887, quienes decidieron separarse de la Asociación de artesanos en el año 1904.
Varios son los casos que se dieron con respecto a los trabajadores de las panaderías de aquellos años.
Muchos italianos recién llegados al Perú con una mano atrás y otra adelante ingresaron como trabajadores a las panaderías.
Manuel Massi, dueño de una de las principales panaderías de la época, La Central mas conocida como El Lechugal ubicada en el distrito IV (hoy calle Huayaga); llegó en 1880 trabajó ahorrando sin gastar un centavo y sin cambiar su vieja vestimenta, al cabo de seis años y tras haber ahorrado cerca de mil soles compra su primer local en la calle Tintoreros, cerca de la Iglesia Copacabana en el Rímac de donde luego se mudaría para hacer crecer su negocio.
Muchos peruanos también trabajaron en panaderías, sin embargo su poca disciplina les creó un futuro diferente.
El trabajo de panadero era muy agotador, eran ellos mismos quienes amasaban la harina abochornados por el fuerte calor que emanaban los hornos, el humo de la leña, todo esto dentro de ambientes pequeños y sin ventilación por doce horas diarias, les era prohibido conversar entre los trabajadores, de lo contrario el maestro panadero no dudaría en contarle al dueño que la baja productividad del día se debía a tal o cual trabajador que se la había pasado hablando tonterías con el otro fulanito o que algún tercero ya estaba viejo y no tenía ni la fuerza ni la rapidez de antes para el trabajo, sin dudas ellos serían echados del trabajo ya que “canchadores” era lo que sobraba.
Los “canchadores” eran los panaderos desempleados o jóvenes que querían entrar a las panaderías como aprendices y que esperaban en las puertas de estas al acecho de la oportunidad. Este sobrenombre proviene de la palabra cancha que es el maíz tostado que calma el hambre de la población campesina de la misma manera que el pan lo hace con los citadinos.
Estos trabajadores independientes eran los más maltratados por el maestro que era el incondicional del dueño.
Además muchos de ellos eran provincianos desorientados que fácilmente eran estafados con sus jornales, tomando en cuenta que sus sueldos ya eran bajos de por sí. También era común encontrar el caso de los repartidores de pan que por fiar el producto se veían luego endeudados con la panadería y eran obligados por el dueño a pagar su deuda con trabajo.
Era una vida de prisión.
Se sabe que únicamente, la panadería Barbones de los hermanos Lugón ubicada en el distrito VI se tenía mayor consideración con sus trabajadores pues se les cubría sus seguros de vida, incluso hasta tenían en el mismo local una mesa de billar y camas para las horas de descanso del personal.
Las viviendas de los panaderos estaban ubicadas mayoritariamente en los distritos V, VIII y IX que eran los más pobres y concentradas en el barrio del Malambo por ser ahí donde se encontraban la mayor cantidad de panaderías en Lima.


Anarquismo: germen del movimiento sindicalista
Después de la guerra con Chile, grande habría sido el resentimiento en el corazón de muchos peruanos, sobretodo de los que habrían participado activamente en la guerra.
La población disminuyó (de 120,994 a 100,194) el 17 por ciento del total.
Miles de provincianos llegarían a Lima ante la amenaza de la invasión chilena. Las mujeres se organizan creando la institución “El Pan de los Pobres” que recaudaba fondos, víveres y buscaba empleos para los provincianos desprotegidos.
Manuel González Prada, poeta miembro del Club Literario que había dejado sus ocupaciones para enrolarse en la defensa de Lima y combatiendo en la batalla de San Juan de Miraflores en el Reducto de El Pino ante la pérdida contra Chile, la cobardía y traición de muchas de las autoridades (el presidente Mariano Ignacio Prado tras hacer una colecta nacional para ir a comprar armamento a Europa para la guerra, desapareció con el botín para jamás volver) deprimido y decepcionado se encerró en su casa saliendo de ella seis años después cargado nuevamente de energías y empapado de un anarquismo que lo llevaría a publicar y conferenciar proclamando abiertamente todas sus críticas contra el sistema y la debilidad espiritual del peruano que aun no podía liberarse de su necesidad de buscar su dependencia. Es pues, que en “Paginas Libres” dice así:

“La independencia nos abruma como una montaña de plomo. Se diría que lamentamos la esclavitud perdida, como pájaros que, lanzados al aire por un descuido del amo, regresan a revolotear y pian en el derredor de su jaula”

González Prada o don Manuel como se le conocía se siente comprometido con los pobres, con los trabajadores explotados haciendo causa común con los trabajadores en la búsqueda de una Justicia Social.
De esa manera comienza a establecerse un vínculo entre los anarquistas intelectuales, muchos seguidores de González Prada, y los trabajadores. Un periódico obrero- anarquista los reúne: Germinal (1889- 1906)
“Estrella del Perú” mediante una declaración de principios incluye como uno de los puntos de reclamos, la jornada de las ocho horas. Hacen suya esta lucha la Unión General de Jornaleros de este puerto, la Federación Obrera Regional del Perú integrada por la Federación de electricistas, los obreros galleteros, el Gremio liberal de empleados, la Unificación Proletaria textil de Santa Catalina; así como el grupo anárquico “Luchadores de la verdad” y el grupo “Luz y Amor” que editaba folletos de propaganda sindicalista.
Un año antes estos mismos gremios habían decidido ir a huelga para manifestar sus pedidos de alza de salarios, la marcha de 1904 no sería la primera por la reivindicación de los derechos laborales pero si tendría un impactante e importante resultado.
El 1 de mayo de 1904 los jornaleros del muelle Dársena del Callao se ponen en pie de lucha como una manera de conmemorar la lucha de los mártires de Chicago, Spies, Fischer, Engels, Parsons y Lingg, quienes fueron detenidos dos días después de la huelga del 1 de mayo de 1886 para ser condenados a muerte el 11 de noviembre del mismo año, tras demandar una jornada de ocho horas.
El 6 de mayo la huela se inicia en el Callao, los trabajadores del muelle no son los únicos en participar, los maquinistas de los tranvías y los artesanos hacen lo mismo.
Las conversaciones entre las autoridades, los empresarios y los representantes de los trabajadores se hicieron continuas sin ningún logro efectivo.
El jueves 19 de mayo el sub- prefecto del Callao envía gendarmes y un escuadrón para dispersar a los manifestantes ubicados en el Muelle Dársena.
Los soldados ante la actitud iracunda de los manifestantes estaban alterados. El ambiente era tenso.
Los manifestantes no dejaban de arrojar piedras contra algunos que no se habían sumado a la protesta y contra la policía.
Florencio Aliaga, jornalero de 36 años cogió un adoquín y lo arrojó sobre la cabeza de uno de los caballos de la gendarmería. Caballo y hombre cayeron al piso.
Otro soldado disparó su bayoneta hacia la pierna de Aliaga. Comenzó una feroz gresca entre trabajadores y soldados.
Ya en la tarde el resultado era de varios heridos de bala, cortados con sables y abollados por las piedras que habían sido regadas.
A las 5 con quince minutos de la tarde Florencio Aliaga moría desangrado en el Hospital Guadalupe.
El gobierno mejoraría las condiciones de trabajo y aumentaría en un 20% mas el sueldo de los obreros haciéndose además cargo del sepelio de Aliaga.
Ese mismo día la población alterada ocasionaría desmanes por todas las calles del Callao, 62 faroles fueron rotos y la oscuridad acompañaría el luto de ese infausto momento.
Al día siguiente, los trabajadores recorrieron las calles del Callao llevando sobre sus hombros el ataúd envuelto en la bandera peruana. Los disturbios, al menos por ese momento, cesarían.


Distritos de Lima del 900 (censo de 1908)

Distrito I: Perímetro entre la iglesia de Monserrate y la av. Tacna y entre la Iglesia de Santa Rosa y la calle Moquegua (**)

Distrito II: Entre la av. Tacna hasta el jr. De la Unión y desde el convento de Santo Domingo hasta la calle Moquegua (*)

Distrito III: Desde el jr. De la Unión hasta av. Abancay y desde la Iglesia de San Francisco hasta la calle Puno (*)

Distrito IV: Ente la av. Abancay y la calle Huanta y entre la calle Amazonas (colindante hasta el rio Rimac) hasta el cuartel de Santa Catalina (**)

Distrito V: Entre la calle Huanta hasta la calle de Conchucos en barrios Altos y entre la Portada de Martineti y la calle Junin (***)

Distrito VI: Barrio del Chirimoyo (actual jr Tarata - Hospital 2 de mayo) ***

Distrito VII: Entre la calle Moquegua hasta la Penitenciaria de Lima y entre la av. Alfonso Ugarte y la calle Lampa (**)

Distrito VIII: Entre la calle de Lampa hasta la av. Grau y la calle de Puno hasta la Plazuela de Guadalupe (***)

Distrito IX: Zona de Debajo del Puente, ubicada entre jr. Trujillo hasta la Portada de Guia y entre el rio Rimac y camino de Amancaes (***)

Distrito X: Hualgayoc- Rimac.


*mejores condiciones de vida, clase adinerada, grupos aristocráticos
**clase media y pequeña burguesía, zona poco tugurizada
***Masa popular, lugares pobres e insalubres

(Continuará)

El santito descuartizador

A Demetrio Huachano nadie le pregunto nada. Lo cogieron de los pelos y se lo llevaron para amarrarlo en el asta de castigos.
Él se sacudía alunado y babeando como un perro rabioso. Caras desconocidas llenas de ira lo rodeaban, gritándole, escupiéndole como un carrusel de odio. Le quebraron a palos y piedras las costillas hasta que una de las tantas piedras le apagó los ojos y otra, casi inmediatamente, la vida.
Desamarraron al desgraciado del palo que lo sujetaba. Su cuerpo desnudo, apestoso y sanguinolento cayó desparramado. Una lluvia de patadas lo siguió reventando como si quisieran matarlo aun después de la muerte.
Demetrio Huachano había escapado de las matanzas de su pueblo y de la visión de su madre siendo partida a balazos. Su retardo metal no le impidió huir. El instinto le había bastado para llegar a duras penas hasta Lima y buscar a la madrina que nunca llegó a hallar.
Con toda su mala suerte a cuestas logró refugiarse en una covacha abandonada en uno de los cerros de un asentamiento de Collique.
Pronto los niños del lugar lo invadieron para molestarlo y aventarle basura. Demetrio se enfurecía, arañaba el aire, los ahuyentaba a gritos, así que a uno de los pobladores se le ocurrió atarlo porque lo juzgaba peligroso. Interdiariamente le dejaban comida a su alcance.
Demetrio logró escapar y se refugió nuevamente por la zona, compartiendo terreno con los alacranes, aprendió de ellos a mantenerse a la defensiva. No entendía que no hay veneno que acabe con la mala saña del hombre.
Varias lunas y soles pasaron cuando el asentamiento se vio aterrorizado con las repentinas y sucesivas muertes de jovencitas que aparecían entre los cerros violadas, golpeadas y con los tobillos quebrados.
Durante meses se buscó al asesino o asesinos. Nadie recordaba al salvaje retardado desaparecido hace ya buen tiempo.
Demetrio estaba aterrorizado pues él había visto desde uno de sus escondites al torturador destrozando a una de sus víctimas, pero no supo que hacer.
Esperó a que este se fuera, después de un par de horas se acercó a la muchacha. Demetrio gemía, solo en el mundo como estaba ¿a quién pedirle ayuda? En cuchillas miraba a la infeliz y sólo después de mucho se atrevió a tocarla.
Uno de los pobladores integrantes del grupo que intentaba encontrar al monstruo violador lo vio y pasando la voz de alarma a sus compañeros empezaron la cacería contra Demetrio.
Pero ya no había más que hacer, ahí estaba el acusado, inerte calmando los odios de los pobladores con su muerte.
Las matanzas continuaron por buen tiempo hasta que la policía logró descubrir al verdadero criminal, quien se libró de la prisión para recibir tratamiento psiquiátrico.
Los castigadores de Demetrio Huachano sintieron la culpa sobre sus hombros. Uno de ellos, juró mil veces que el alma de este se había aparecido en su casa dándole un mensaje de perdón para todos quienes lo martirizaron y que además le curó una sarna que tenía entre las piernas.
Los pobladores le construyeron a Demetrio una gruta y lo empezaron a llamar “El santito”.
La gruta recibe diariamente una muchedumbre de mutilados y enfermos que esperan un milagrito.Hoy no hay en dicho asentamiento quien no le rece o pida un favor a “El santito Demetrio” y sobre todo que les libre a los hijos de las maldades de la gente.

Electra y los diamantes brillan por la noche

Electra abrió los ojos, echada en el césped recordó su último viaje intergaláctico.
Tragó saliva y oliendo la hierba fresca se relajó tanto como una hoja otoñal. La sensación de tener dentro suyo al universo entero, infinito, la alucinaba y la agobiaba de tal manera que por momentos la garganta se le cerraba como un nudo marinero.
Su cuerpo flotaba y se zambullía, temblaba y se paralizaba, todo al mismo tiempo en un santiamén. Un bramido rebotaba entre sus oídos, se disparaba por sus ojos hacia la inmensidad y caía violentamente entre los árboles en donde se perdía como una escurridiza ardilla de fuego.
Una cinta color turquesa se enredaba a una alfombra tejida de estrellas. Nadaba culebreando. Ella la vio, quiso alcanzarla, casi lo logra a pesar de la pesadez de su brazo.
El cielo reposaba en el borde de sus labios y a ella no le hacía falta más que lanzar cortos resoplidos para hacer que este manto de oscuridad y ocurrencias iluminadas volvieran a envolverlo todo.
Este viaje había resultado más largo que el anterior -se dijo reacomodándose lánguida en su colchón de verde pasto.
La suavidad que sentía sobre la piel de su vientre hacía que su mano de deslizara como enjugada. Recordó, entonces, el jugo de mango que su hermana solía preparar en tiempos lejanos y menos traidores.
La noche había sido buena anteayer como hace mucho que no y ella sólo había querido repetirla. Se apretujó en el vestido plateado que era su preferido porque salía pronto de su cuerpo y así todo acababa más rápido.
Esa noche se les adelantó a sus compañeras. La calle se veía medio sola sin las brillantes y pálidas mujercitas dando vueltas alrededor de algún poste de luz, riéndose a carcajadas, provocando, prometiendo.
Electra recorrió la acera no más de veinte minutos. Los focos de los autos que transitaban por la avenida convertían el plomizo de la ciudad en un segundo cielo. Uno de ellos se detuvo junto a Electra. Ella batía su carterita roja. No aceptaba regateos. Pronto se esfumó en el auto pagano.
Algunas estrellas parecidas a Electra empezaron a encenderse por aquí y por allá dentro de la misma calle de la que esta, hace poco, se había marchado.
Algo fuera de los planes sucedió, algo fuera de los planes de lo que sería la maravillosa noche de Electra.
Una hora después, un chirrido de auto interrumpía el silencio del parque que marcaba el inicio de la bajada a la playa.
De él era arrojado un gran paquete, uno con las dimensiones de Electra, con el rostro de ella y con lo que le quedaba de alma.
Electra apenas podía pronunciar palabra. Vio la noche estrellada con la pasión con que se mira un sueño que podría ser alcanzado.
Su vientre estaba ensangrentado, ella empuñaba con ferocidad el cuchillo que había logrado desprender de sus tripas. Sonreía disipada de su tragedia. La gente se acumuló en el pequeño espacio que ella y su espectáculo habían acaparado.
Es la chica que da vueltas en la esquina, mejor no la toquen -decían algunos- ya no se sabe con tanta enfermedad que hay por ahí.
Los diamantes que esperaba alcanzar Electra con sus manos, le fueron alejados. Alguien le puso el periódico de la mañana sobre el rostro.