martes, 10 de junio de 2008

El santito descuartizador

A Demetrio Huachano nadie le pregunto nada. Lo cogieron de los pelos y se lo llevaron para amarrarlo en el asta de castigos.
Él se sacudía alunado y babeando como un perro rabioso. Caras desconocidas llenas de ira lo rodeaban, gritándole, escupiéndole como un carrusel de odio. Le quebraron a palos y piedras las costillas hasta que una de las tantas piedras le apagó los ojos y otra, casi inmediatamente, la vida.
Desamarraron al desgraciado del palo que lo sujetaba. Su cuerpo desnudo, apestoso y sanguinolento cayó desparramado. Una lluvia de patadas lo siguió reventando como si quisieran matarlo aun después de la muerte.
Demetrio Huachano había escapado de las matanzas de su pueblo y de la visión de su madre siendo partida a balazos. Su retardo metal no le impidió huir. El instinto le había bastado para llegar a duras penas hasta Lima y buscar a la madrina que nunca llegó a hallar.
Con toda su mala suerte a cuestas logró refugiarse en una covacha abandonada en uno de los cerros de un asentamiento de Collique.
Pronto los niños del lugar lo invadieron para molestarlo y aventarle basura. Demetrio se enfurecía, arañaba el aire, los ahuyentaba a gritos, así que a uno de los pobladores se le ocurrió atarlo porque lo juzgaba peligroso. Interdiariamente le dejaban comida a su alcance.
Demetrio logró escapar y se refugió nuevamente por la zona, compartiendo terreno con los alacranes, aprendió de ellos a mantenerse a la defensiva. No entendía que no hay veneno que acabe con la mala saña del hombre.
Varias lunas y soles pasaron cuando el asentamiento se vio aterrorizado con las repentinas y sucesivas muertes de jovencitas que aparecían entre los cerros violadas, golpeadas y con los tobillos quebrados.
Durante meses se buscó al asesino o asesinos. Nadie recordaba al salvaje retardado desaparecido hace ya buen tiempo.
Demetrio estaba aterrorizado pues él había visto desde uno de sus escondites al torturador destrozando a una de sus víctimas, pero no supo que hacer.
Esperó a que este se fuera, después de un par de horas se acercó a la muchacha. Demetrio gemía, solo en el mundo como estaba ¿a quién pedirle ayuda? En cuchillas miraba a la infeliz y sólo después de mucho se atrevió a tocarla.
Uno de los pobladores integrantes del grupo que intentaba encontrar al monstruo violador lo vio y pasando la voz de alarma a sus compañeros empezaron la cacería contra Demetrio.
Pero ya no había más que hacer, ahí estaba el acusado, inerte calmando los odios de los pobladores con su muerte.
Las matanzas continuaron por buen tiempo hasta que la policía logró descubrir al verdadero criminal, quien se libró de la prisión para recibir tratamiento psiquiátrico.
Los castigadores de Demetrio Huachano sintieron la culpa sobre sus hombros. Uno de ellos, juró mil veces que el alma de este se había aparecido en su casa dándole un mensaje de perdón para todos quienes lo martirizaron y que además le curó una sarna que tenía entre las piernas.
Los pobladores le construyeron a Demetrio una gruta y lo empezaron a llamar “El santito”.
La gruta recibe diariamente una muchedumbre de mutilados y enfermos que esperan un milagrito.Hoy no hay en dicho asentamiento quien no le rece o pida un favor a “El santito Demetrio” y sobre todo que les libre a los hijos de las maldades de la gente.

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