lunes, 1 de septiembre de 2008

De cómo nació la experiencia del ensayo “¿Existe un modelo de escritor contemporáneo?”

Creo que el punto clave para empezar el ensayo que escribiría se dio durante una de las clases en las que revisamos –una vez más– la historia de El Queso y los gusanos, en la que se perfilaba la formación del lector moderno.

Las reflexiones que hicimos en esa oportunidad me hicieron ser consciente de lo que me solía ocurrir en mi función como lectora: convertirme en una suerte de “procesadora de alimentos” cuyo producto no resulta ninguno de los elementos que inicialmente se colocaron en su bandeja, sino que se obtiene un producto ya no reconocible, aunque con cierto tufillo a todo lo originario.

Mi intención a partir de ese momento fue empezar a relacionar todo lo que escuchara, leyera o sintiera tanto en el ámbito de la maestría como en la vida cotidiana y también, tratar de rescatar experiencias de la memoria. Esto fue una idea que me brindo Duras con su “todo escribe”.

En este contexto pude leer Escribir de Marguerite Duras y revisar las visiones que tenían otros escritores sobre el acto de escribir, incluso las de mis compañeros de maestría en su función como escritores.

Paralelamente me encontraba estudiando la génesis de la melancolía en la novela Rojo y Negro en el contexto del siglo XIX francés como devenir de los procesos de la Revolución industrial y de la caída napoleónica. Pensé entonces en la melancolía que se transmiten en la mayoría, sino en todos, los escritores de ficción. Surgieron en ese momento dos pilares para la construcción de mi ensayo: soledad y melancolía. Tenía la intuición que la melancolía incluía al sentimiento de soledad, sin embargo los escritores parecían referirse a la necesidad de la soledad física como un elemento protagónico para la práctica de la escritura.

Era evidente –para mí– que la soledad física era necesaria en el momento ejecutorio de la escritura pero no en el proceso de la elaboración de la idea a escribir. Tengo la impresión que Duras pensó lo mismo, por eso construyó una casa alejada de todo para dedicarse a escribir pero después reflexionó sobre la necesidad de construirse esa soledad buscada, porque la física es imposible de obtenerla.

Escribir el ensayo me ayudó a concretar más claramente algunas de mis posiciones, digamos, aún con las dudas, darle algo de base lógica. El proceso de escritura tiene esto, ayuda a ordenar los pensamientos de manera más lógica que las meras elucubraciones. Así me encontré en muchos momentos del proceso de escritura frente a nuevas dudas, pero esto no me angustió. La duda resulta ser un elemento permanente en todo ensayo. Ahí, en esa duda se crea, muchas veces, un “click” con el lector. Escribir el ensayo me resultó muy lúdico.

Creo que lo que más me costó y me cuesta al escribir un ensayo parte de este sentimiento de duda que va surgiendo a medida que se escribe y que origina que no tenga claro cuando detenerme.

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