martes, 2 de septiembre de 2008

El cuerpo como representación de las voluntades -en el contexto de Las Once Mil Vergas de Apollinaire-

“Luego enculó al muchachito ,
que debía conocer esta manera de civilizar Manchuria,
pues meneaba su cuerpecito de esponja china
de forma muy experimentada”.
LAS ONCE MIL VERGAS, CAP. VII

El siglo XX es recibido por una crisis de los valores occidentales que hasta ese momento se tenían como referentes. “Dios ha muerto”, frase acuñada por Nietzsche en La Gaya Ciencia, refleja, contundentemente, esta situación.
Los valores instaurados por el catolicismo estaban extendidos en toda Europa como aquellos que conducirían el actuar del individuo “decente”. Y aquellos valores estaban ligados, principalmente, en la negación del placer, brindados por el cuerpo y las sensaciones que este podría producir.
El XX es el siglo de las vanguardias. Los artistas empiezan a ensayar formas de expresión en cuyas representaciones intervengan no solo lo expresado en la propia creación, en la creación en sí, sino que, además lo hagan los elementos utilizados para darle forma a esta creación figurativa.
Es decir, los soportes forman, también, parte de la obra. En la literatura sucede lo mismo. Ya no solo cobran importancia las palabras de lo que se dice sino hasta cómo estas palabras están distribuidas sobre el papel (o el soporte que sea) para comunicarse con el receptor.
Sin embargo, algunos años antes de escribir este manifiesto, Apollinaire ya empezaba a ensayar formas de escritura que pudiera expresar lo que sería el sustento del cubismo.
Para Apollinaire la vanguardia es por propia definición, contestataria. Así como los valores renacentistas que habían empezado a cambiar en el XIX –y que llegado el XX el cambio deviene, generalizado– en el arte sucedió lo mismo, hasta ese momento los valores o virtudes plásticas eran, según palabras del mismo Apollinaire: la pureza, la unidad y la verdad, logrando domar a la naturaleza.
Pero los vanguardistas no querían domar a la naturaleza sino captar el entorno, “digerirlo” y proyectarlo según sus propias subjetividades.
Es así que, Apollinaire, en Las Once Mil Vergas hace una proyección de aquello que había vivenciado: La guerra Ruso- japonesa (1904- 1905).
La guerra Ruso- japonesa significó una circunstancia en la que los valores de Europa demostraron la transformación de las viejas voluntades por las nuevas. El capitalismo como nuevo motor central del mundo había dejado relegado a las concepciones de honor y tradición que flotaban dentro de los imaginarios antes de la Revolución francesa y de su extensión simbólica: La era napoleónica.
La misma guerra Ruso- japonesa significa un golpe a la vieja Europa como madre cultural, líder de las naciones y llama la atención hacia el oriente. Japón lograría una hegemonía a nivel económico a partir de aquella guerra.
Así como en la pintura, las figuras geométricas son lo esencial del dibujo. Apollinaire movido por las nuevas concepciones de Freud, que influyó mucho en los surrealistas, habría escrito Las once mil vergas representando con cuerpos y la libido sexual consumada –y deformada según los cánones– como metáfora de los acontecimientos que se estaban viviendo.
Al mismo tiempo, Las once mil vergas fue un escrito de provocación, incluso desde la utilización del mismo título que en original podría haberse confundido con la crónica religiosa del Medioevo “Les onze mille vierges”.
Los cuerpos que aparecen en “Las once mil” son cuerpos metafóricos. Las vergas son siempre asesinas en esta historia, representan cuchillos con los que se invade, se mutila y se domina. Son los cuchillos de la guerra, del victorioso que somete y desangra, que representa la voluntad de someter que tiene el que invade.
Esta podría resultar una visión algo retrograda sobre lo simbólico de la sexualidad, pero la obra fue escrita en 1907 y para ese momento resultó ser contestataria.
No es pues, una obra de carácter pornográfico la que Apollinaire nos muestra. Los cuerpos son simplemente el soporte de esta técnica cubista por lo cual se representa lo corrupto que significó la guerra Ruso- japonesa. Corrupto por los tratamientos indignos que se hicieron “bajo la mesa”, por las negociaciones obscuras, por las mutilaciones culturales que tiene toda guerra, de parte del vencedor hacia el sometido.
El sexo, igual que la guerra, es una lucha de cuerpos y puede ser una manera de someter sea por la amenaza del deseo no correspondido o por el sometimiento que da la fuerza de un cuerpo sobre el otro.
El cuerpo es el mundo del hombre como espíritu, en este quedan las huellas de sus aconteceres, y por medio de este cuerpo, el hombre concretiza como realidad sus voluntades.
El mundo es el cuerpo de la humanidad, es su cuerpo simbólico y no tanto, porque es también un organismo concreto no virtual. El mundo tiene una estructura, sus tejidos son las culturas, sus células: los hombres. El mundo es animado por ellos. Es un ser vivo, tiene movimiento, y como nació, morirá.
Las relaciones que aparecen en “Las once mil” son representaciones de poder. En este sentido, Apollinaire utiliza, como modo de representación, el cuerpo como expresión de voluntades culturales dentro del mundo.

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